viernes, 28 de enero de 2011

Buen samaritano


Buenos días, amigo/a.

Está alerta, porque a lo largo de este día el Señor puede ofrecerte
ocasión de ayudar en especial a alguien que te necesita. Tal vez sea
un favor sencillo y fácil, o no tanto. Pero es indudable que te dejará
la alegría de haber sido instrumento del amor de Dios para tu prójimo,
como le pasó al samaritano.

San Martín de Porres cierto día regresaba al convento de noche. En una
callejuela encontró un hombre herido de gravedad. Lo tomó a cuestas y
entró en el convento con él. Le curó le herida, que era de puñal y muy
honda, y le acostó en su cama, con la intención de trasladarlo a casa
de su hermana tan pronto como mejorase. El Superior le impuso una
penitencia a fray Martín por haber faltado a la obediencia de no traer
enfermos. Fray Martín con humildad aceptó y la cumplió al pie de la
letra. Poco después el Superior cayó enfermo y le pidió lo asistiera
como enfermero, diciéndole: —Perdona, hermano fray Martín, pero no
tuve otro remedio que imponerte una penitencia por no haber cumplido
mis órdenes. —Excuse, Su Paternidad, mi error —contestó fray Martín—;
pensaba yo que la santa caridad debía tener todas las puertas
abiertas. —Bien está lo que has hecho —dijo el Superior—; y desde
ahora mismo el convento del Rosario será tu hospital. Puedes traer
cuantos enfermos quieras a él.

El humilde hermano dominico, Martín, había captado la esencia del
Evangelio: “abrir el corazón y todas las puertas a la santa caridad”.
Y la practicó ardorosamente, por eso fue santo: san Martín de Porres.
Que la Palabra de Dios, meditada y rezada, prepare tu corazón para las
grandes cosas que el Señor quiere hacer por tu intermedio. P. Natalio.

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