Respeta y ama la naturaleza
Buenos días, amigo/a.
Sor beata María Romero, famosa por su trabajo con los marginados, fue una verdadera contemplativa. Su jornada se desenvolvía en una intensa actividad, pero su corazón descansaba en Dios. Entre sus escritos se han encontrado encendidas alabanzas, al mejor estilo franciscano, de la belleza de la creación y de todas las obras de Dios.
Un día estaba Sor María Romero regando los rosales para su Reina, la Virgen María. Mientras regaba hablaba a sus rosas. “Sí, mis amores, yo sé que ustedes son muy bellas y las manos divinas que las hicieron son tan prodigiosas como la belleza de estos pétalos amarillos”. Desde una ventana dos mujeres ayudantes de limpieza miraban y escuchaban a la Hermana. De pronto, sin que soplara viento vieron las ramas del rosal inclinarse sobre ella como acariciándola, mientras se sonreía repitiéndoles las mismas palabras. Sobrecogidas de asombro, bajaron enseguida al jardín: “¿Qué es esto que las rosas se doblan sobre usted?” Al punto el rosal se inmovilizó. Sor María las miró y les rogó: “Prométanme no decir nada de lo que han visto”.
Entre sus papeles se encontró uno donde hay unas treinta locuciones o respuestas a preguntas que dirigió a Jesús. Una vez, siguiendo una propuesta de la maestra de novicias, estando sola en la capilla le preguntó a Jesús: ¿Quién dices, Jesús, que soy? En esa ocasión escuchó nítidamente esta respuesta: “Eres la predilecta de mi Madre y la consentida de mi Padre”. Hasta mañana. P. Natalio.
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