María Auxiliadora
Buenos
días, amigo/a
San Juan Bosco propagó la devoción
a María Auxiliadora. De ella decía: “Amen, honren, sirvan a María. Procuren
hacerla conocer, amar y honrar por los demás. No sólo no perecerá un hijo que
haya honrado a esta madre, sino que podrá aspirar también a una gran corona en
el cielo”.
Era el 24 de mayo de 1878, un
oficial muy entristecido se presentó a Don Bosco y le dijo: —Padre, mi esposa está
muy enferma y se teme que llegó su fin. Esto es terrible para mí. Por favor,
pida a Dios le devuelva la salud. El Santo lo alentó y rezó con él a María
Auxiliadora. A la hora el oficial volvió emocionado y dijo a Don Bosco: —¿Sabe
usted, Padre? Mientras estaba aquí con usted, mi esposa, a quien había dejado
moribunda, recobró la salud, se vistió, salió a mi encuentro y me relató lo
sucedido. Sacó del bolsillo un brazalete de oro que entregó a Don Bosco: —Es el
regalo de boda que hice a mi esposa; pero, de común acuerdo, lo ofrezco a María
Auxiliadora. Don Bosco mostró luego a un grupo el brazalete: —Miren, una
ofrenda de gratitud por una nueva curación debida a Maria Auxiliadora. ¡Bendito
sea su dulce nombre!
San Juan Bosco, con estas o
semejantes palabras, alentaba a confiar en María Santísima: “María nos asegura
que si somos devotos suyos, nos tendrá como hijos suyos, nos cubrirá con su
manto, nos colmará de bendiciones en este mundo para obtenernos después el
Paraíso”. Con piedad y cariño reza hoy un avemaría a tu Madre del cielo. P.
Natalio.
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