jueves, 14 de mayo de 2015

El lagarto


Buenos días, amigo/a

Si uno tiene bien claro las prioridades de la vida, decidirá rápidamente cuándo es necesario desprenderse de algo muy querido que traba sus objetivos. Por ejemplo, un joven al casarse debe afrontar con valor el  alejamiento del hogar paterno y ponerse a construir uno nuevo. Es una renuncia en beneficio de un crecimiento y maduración.

Un lagarto que andaba por entre los yuyos del campo buscando algún nido para comerse los huevos, de repente oyó el ruido de una tropa de jinetes y quiso huir. Pero se encontró, antes de poderlo hacer, rodeado por los gauchos que, habiéndolo visto, lo querían matar; y su mala suerte quiso que al disparar, uno de los caballos le pisara la cola. Así detenido, aun por un rato corto, si hubiera vacilado, estaba perdido. No vaciló, sacrificó la cola cortándosela y se mandó mudar rabón y feo, pero salvo. De cualquier modo, mejor es siempre sacrificar algo que perderlo todo. G. Daireaux.

El tema del lagarto da para profundas reflexiones. Por ejemplo, Jesús dijo: “Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena”, (Mt 5, 29). Los mártires fueron más lejos: renunciaron a una vida fugaz para no perderse la vida sin fin. P. Natalio.

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