El lagarto
Buenos
días, amigo/a
Si uno tiene bien claro las prioridades de la
vida, decidirá rápidamente cuándo es necesario desprenderse de algo muy querido
que traba sus objetivos. Por ejemplo, un joven al casarse debe afrontar con
valor el alejamiento del hogar paterno y
ponerse a construir uno nuevo. Es una renuncia en beneficio de un crecimiento y
maduración.
Un lagarto que andaba por entre los yuyos del campo buscando algún nido
para comerse los huevos, de repente oyó el ruido de una tropa de jinetes y
quiso huir. Pero se encontró, antes de poderlo hacer, rodeado por los gauchos
que, habiéndolo visto, lo querían matar; y su mala suerte quiso que al
disparar, uno de los caballos le pisara la cola. Así detenido, aun por un rato
corto, si hubiera vacilado, estaba perdido. No vaciló, sacrificó la cola
cortándosela y se mandó mudar rabón y feo, pero salvo. De cualquier modo, mejor
es siempre sacrificar algo que perderlo todo. G. Daireaux.
El tema del lagarto da para
profundas reflexiones. Por ejemplo, Jesús dijo: “Si tu ojo derecho es para ti
una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se
pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena”, (Mt 5, 29). Los
mártires fueron más lejos: renunciaron a una vida fugaz para no perderse la
vida sin fin. P. Natalio.
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