El monte Tabor
Buenos
días, amigo/a
El monte Tabor, donde Jesús se transfiguró y
mostró a los tres apóstoles la gloria de su divinidad en su rostro y vestiduras
resplandecientes, es un buen lugar-icono para avivar tu esperanza y recobrar las
fuerzas, cuando la vida te golpee y te visiten las frustraciones.
Para la
cruz y la crucifixión,
para la
agonía debajo de los olivos,
nada
mejor que el monte Tabor.
Para los
largos días de pena y dolor,
cuando
se arrastra la vida inútilmente,
nada
mejor que el monte Tabor.
Para el
fracaso, la soledad, la incomprensión,
cuando
es gris el horizonte y el camino,
nada
mejor que el monte Tabor.
Para el
triunfo gozoso de la resurrección,
cuando
todo resplandece de cantos,
nada
mejor que el monte Tabor.
Acabas de leer un
buen poema para ambientar la meditación de Mateo 17, 1-9 (o bien Marcos 9, 2-9,
o Lucas 9, 28-36). En el Tabor Jesús pareció liberar y desatar al Dios que era
y tenía contenido en su humanidad. Los apóstoles tuvieron la sensación viva de
haber entrado en contacto con lo más profundo de la divinidad. Jesús se
encaminaba hacia la muerte, pero con la seguridad de que el triunfo coronaría
su vida. Este misterio de luz debe fortalecer tu fe y esperanza en la gloria
que te aguarda también a ti. P. Natalio.
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