La
urraca y la cotorra
Buenos días, amigo/a.
El abuso verbal, aunque invisible, ataca la mente y el espíritu de los
que lo sufren. Las palabras que se dicen con rabia o resentimiento lastiman con
efectos prolongados. En verdad las palabras pueden doler como los golpes
físicos. Especialmente los padres deben saber que la crítica, el desprecio y
los insultos pueden dañar la autoestima de sus hijos.
Estaba de visita la urraca en
lo de la cotorra, y como, desde el día anterior no se habían visto, tenían
muchas cosas que contar. Ambas hablaban a la vez y se apuraban tanto en
chacharear que casi no se entendían. Pero lo principal era mover el pico sin
descanso. Y cuando en lo mejor estaban de una historia que contaba la urraca
sobre la hija del vecino, llegó la sirvienta de la cotorra y le dijo, alarmada:
—Señora, ¡está llorando la chica! —¡Oh!, exclamó la cotorra, ¡qué fastidio! Bueno, ya voy, ya voy. Y
quedóse escuchando hasta el fin el interesante cuento de la urraca sobre la
hija del vecino. Daireaux.
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