Pocas palabras, pero de corazón
Buenos días,
amigo/a.
La oración es la llave que abre los tesoros del
cielo. Es el puente siempre accesible por el que llegamos a Dios. El arte de
orar es el arte de amar al Señor. Pero orar bien es un regalo de Dios. Como los
apóstoles implorémoslo con frecuencia. Pidamos al Padre, por Jesús, que derrame
sobre nosotros un Espíritu de oración y de alabanza, (Zac. 12, 10).
Al
leer el Evangelio, aprendemos que no hacen falta muchas palabras para orar,
sino que bastan pocas, pero que salgan del corazón. El leproso dijo: “Señor, si
quieres, puedes limpiarme”, (Lucas 5, 12). El ciego de Jericó dijo: “Señor, haz
que pueda ver”, (Lucas 18, 41). Los apóstoles a punto de zozobrar gritaron:
“Sálvanos, Señor, que perecemos”, (Mateo 8, 25). El publicano en el templó
oraba: “Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador”, (Lucas 18, 13). Pedro
dijo a Jesús: “Señor, tú lo sabes todo, tu sabes que te amo”, (Juan 21, 17). La
samaritana pidió a Jesús: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed”,
(Juan 4, 15). Haz esto y vivirás…
Para robustecer tu fe en el Señor que te ama y te acompaña, nada mejor
que leer con atención la Biblia. Al
inicio del capítulo 43 de Isaías encontramos esta perla deslumbrante: “Tú eres
de gran precio ante mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo. No temas,
porque yo estoy siempre contigo”. Agradece al Padre que siente inmensa ternura
por ti. P. Natalio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario