Ayuda inesperada
Buenos días, amigo/a
Mañana celebramos a san Juan Bosco. No tuvo una vida fácil. A los dos
años quedó huérfano de padre. Pero se constituyó en padre de numerosos
huérfanos. Y millares de jóvenes de toda raza y nación, lo aclaman
como “Padre y maestro de la juventud”. Su vida transcurrió en la
pobreza, pero dedicó sus mejores energías a la juventud indigente y
necesitada. El mismo refiere algunas de las persecuciones que sufrió.
“Era una noche lluviosa y volvía yo de la ciudad, cuando observo en un
lugar desierto a dos hombres que marchan delante de mí, acelerando o
disminuyendo el paso, conforme andaba yo. Quise cambiar de vereda,
pero no me dieron lugar, echáronse atrás y en el mayor silencio me
arrojaron un manto a la cara. Uno me ciñó la boca con un pañuelo, para
que no gritase. En ese momento apareció un perro enorme y, gruñendo
como un oso, plantó las zarpas en el rostro de uno y el hocico en el
del otro, obligados así a atender al perro antes que a mí. —¡Llame a
su perro!, me gritaron aterrados. —Sí, lo llamaré, pero déjenme libre.
—¡Pronto, llámelo! El perro seguía rugiendo como lobo rabioso. Los
asaltantes huyeron y el perro se me puso al lado y me acompañó hasta
el hospital Cottolengo, a donde me dirigía”.
Dios lo protegió repetidas veces en forma prodigiosa. Don Bosco, el
santo turinés, anunciaba, a través de revelaciones nocturnas, el
futuro de la Iglesia y de la Congregación Salesiana. Por su
intercesión, personas afectadas de diversas enfermedades se curaron
milagrosamente. Y hubo hasta multiplicación de panecillos, hostias y
avellanas. Todos estos dones y su vida entera los consagró a sus
queridos jóvenes. P. Natalio.
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