lunes, 10 de junio de 2013

Ladrillo tras ladrillo…

Buenos días, amigo/a.

Aquí tienes una anécdota que ofrece una enseñanza muy importante para
la vida: la constancia es fundamental porque da un toque de perfección
a todos los talentos del hombre. Sin ella, nada vale ser un genio en
el arte, en la ciencia, en la literatura o en los negocios. No se
llega a ninguna meta. Queda uno vencido por el camino.

Los días más amargos de la vida de Tomás Carlyle empezaron aquella
mañana cuando su amigo Juan Stuart Mill entró en su estudio diciendo:
—No sé cómo decírtelo…Pero aquel manuscrito que me diste a leer… Pues,
¿sabes?... la sirvienta lo usó para encender la chimenea. Carlyle
relata que al principio experimentó sentimientos alternativos de ira y
pesar, pero acabó por abatirse en un hondo desconsuelo. —Hasta que un
día —prosigue— asomándome a la ventana, vi a unos albañiles
trabajando. Caí en la cuenta de que, igual que ellos iban poniendo
ladrillo tras ladrillo, aún podía yo también añadir una palabra a
otra, una frase a otra. Con aquella reflexión, comenzó a escribir de
nuevo “La Revolución Francesa”. Y el fruto de su perseverancia perdura
aún en nuestros tiempos como una obra clásica en su género y como un
monumento al valor que es capaz por sí solo de vencer la desesperanza.

Beethoven, eminente compositor, dijo que el genio se compone del dos
por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante
aplicación. La voluntad tenaz es la que produce el milagro de la
constancia a toda prueba. Vale la pena entrenarla cada día, ¿verdad?
Hasta mañana. P. Natalio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario