jueves, 24 de enero de 2013

La aguja de oro

Buenos días, amigo/a.

Cuántas veces nos equivocamos al juzgar a los demás. No conocemos la
realidad de las personas, con todas las circunstancias de su vida; y
sin embargo las condenamos en nuestro interior porque a primera vista
nos han caído mal por un detalle sin importancia. Por prudencia no te
dejes llevar de reacciones instintivas. Lee esto, y saca tus
conclusiones.

Había una señora que desconfiaba y sospechaba mucho de todas las
personas,.Así se aisló de todos, a excepción de una muchachita que le
ayudaba en sus quehaceres. Nada quería tanto esa señora como su aguja
de oro con la que por las tardes se entretenía cosiendo a la sombra de
un árbol. Pero sucedió que un día, a pesar de que buscó por todas
partes su apreciada aguja, no la encontró más. Sospechó de la
jovencita y la acusó con dureza de que ella era la que le había robado
su aguja de oro. Y sin más la despidió. Pasaron los meses y un día por
la tarde la señora al salir al patio encontró en el árbol un lindo
nido que le llamó la atención. Subió sobre una silla para ver los
pichoncitos y, ¡oh sorpresa!, encontró que su aguja de oro había
estado ahí todo el tiempo. La pobre señora se sintió muy mal por haber
despedido a la única persona que en verdad la cuidaba y quería.

Jesús nos dice: “No juzguen y no serán juzgados”. No es fácil, pero
con la ayuda del Señor avanzarás en esta dirección. Es más positivo
elevar una oración por los que te hieren y fastidian que rumiar faltas
de atención y agravios recibidos. Así conservarás la paz en tu corazón
y harás algo en verdad efectivo para remediar los límites del prójimo.
Que el Señor te asista. P. Natalio.

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