Dolorosa lección
Buenos días, amigo/a
La sinceridad es una virtud exigente, ya que puedes faltar a la verdad
de distintas y sutiles maneras. Por ejemplo, con la simulación, que es
mentir con los hechos, o con la hipocresía pasando por lo que no se
es, o con jactancias atribuyéndose uno excelencias que no posee, o con
adulaciones cuando se engaña para sacar algún provecho de los otros.
En la vida de San Epifanio, se cuenta que unos mendigos quisieron
engañar al Santo para sacarle una buena limosna. Con tal finalidad
idearon una escena patética en la que uno hacía de muerto y otro,
profundamente apenado y llorando, pedía dinero para su mortaja y
entierro. El Santo, compadecido de tantas lágrimas, hizo oración por
el muerto y entregó al vivo una buena limosna. Pero, sucedió que
después el muerto no despertaba, a pesar de los sacudones y gritos del
compañero... Éste, presa de pánico, corrió entonces presuroso a buscar
al Santo y, no con lágrimas fingidas, le confesó toda la verdad,
rogándole volviera a resucitarlo. Pero el Santo le dijo: —Las burlas
con Dios no valen. Vete y entiérralo, que es eso lo que se saca con la
mentira.
Es lamentable que en Argentina haya faltas de sinceridad que son
celebradas como “viveza criolla”, feo vicio antisocial que ha
vulnerado tristemente nuestra imagen en el exterior. Y lo peor es que
perdura entre nosotros cuando aplaudimos al canchero, al piola, al
madrugador, que son los “avivatos” y “ventajitas” de las historietas
cómicas. Sólo la verdad nos hará libres. P. Natalio.
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