Actúa con objetividad
Buenos días, amigo/a.
Los prejuicios son un obstáculo frecuente para llegar a la verdad. Son
como una rutina del pensamiento, que se adelanta a juzgar, sin base
real. Hay prejuicios personales, y los hay familiares, nacionales,
raciales, religiosos, etc., que cierran la mente a la realidad, a la
objetividad. Y convivimos con errores. La anécdota de hoy viene muy al
caso.
Una pareja de jóvenes tenía varios años de casados y nunca pudieron
tener un hijo. Para no sentirse solos compraron un perrito y lo amaron
como si fuera un hijo. El cachorro creció y llegó a ser un grande y
hermoso ejemplar. En más de una ocasión salvó a la pareja de los
ladrones y siempre fue muy fiel. Pasaron siete años y la pareja tuvo
el hijo tan ansiado. Estaban tan contentos con su hijito que olvidaron
un poco al perro. Éste, al sentirse relegado, comenzó a sentir celos
del bebé. Ya no era el perro cariñoso y fiel de antes. Un día, la
pareja dejó al bebé plácidamente dormido en la cuna y fueron a la
terraza a preparar un asado. ¡Cuál no fue su sorpresa! Cuando se
dirigían al cuarto del bebé, ven al perro en el pasillo con la boca
ensangrentada, moviendo su cola. El esposo pensó lo peor, sacó el arma
que llevaba y en el acto mató al perro. Corre al cuarto del bebé y
encuentra una gran serpiente sin cabeza. El dueño se puso a llorar y
exclamó: ¡He matado a mi perro fiel!
La lección es simple y terminante: nunca te dejes llevar por los
primeros impulsos. Tómate tiempo para calmarte. Verás mejor y
objetivamente. Y no tendrás que lamentar tristes errores. Esto
aplícalo también al concepto que nos formamos de nuestros prójimos. P.
Natalio.
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