domingo, 7 de octubre de 2012

Las dos coronas


Buenos días, amigo/a


San Maximiliano Kolbe, desde pequeño, tuvo una gran devoción a la

Virgen María. San Luis María Grignon de Monfort afirma: “Cuando el
Espíritu Santo encuentra a María en un alma, se siente atraído
irresistiblemente hacia ella y en ella hace su morada. A quien Dios
quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”. Una
anécdota significativa del P. Kolbe.

Una vez que Maximiliano hizo una travesura, su madre lo reprochó con
severidad: “Niño mío, ¡quién sabe lo que será de ti!”. Después, ella
no pensó más, pero observó que el hijo había cambiado por completo. A
menudo se retiraba ante un altarcito escondido en un rincón y rezaba
llorando. Esto la preocupó: “¿Te pasa algo?, le preguntó. ¡Has de
contar todo a tu mamita!”. Muy emocionado le dijo: "Mamá, cuando me
reprochaste, pedí mucho a la Virgen me dijera lo que sería de mí.
Entonces se me apareció llevando dos coronas: una blanca y otra roja.
Me miró con cariño y me preguntó si quería las dos coronas. La blanca
significaba la pureza y la roja que sería mártir. Contesté que las
aceptaba... Entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció".


Atestigua la madre del P. Kolbe: “El cambio extraordinario en la

conducta del niño fue para mí una clara señal de que todo era verdad.
El tenía plena conciencia, y al hablarme, con el rostro radiante,
indicaba la deseada muerte de mártir”. Este fascinante encuentro de
Maximiliano con la Virgen María fue el manantial de su santidad y
apostolado. No olvides que los santos son obras maestras de Dios. ¿Por
qué no lees una vida por año? P. Natalio.

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