jueves, 12 de julio de 2012


La bolsa de papas



Buenos días, amigo/a

Los pensamientos y sentimientos negativos turban el cielo tranquilo
del corazón. Entre ellos se destaca por su capacidad destructiva el
odio que se niega a perdonar y olvidar. “Señor, tú que eres puro amor,
tú que perdonabas a los que te crucificaban, quita de mi interior todo
el veneno de los recuerdos que me llenan de rencor y de tristeza.
Derrama en mi interior el deseo de perdonar y la gracia del perdón”.

Una profesora nos hizo llevar una bolsa de plástico y una bolsa de
papas. Por cada persona que no perdonábamos, debíamos elegir una papa,
escribir en ella el nombre y fecha y ponerla en la bolsa de plástico.
Nos dijo que lleváramos con nosotros a todos lados esta bolsa con las
papas fechadas durante una semana. Esta molestia nos hizo tomar
conciencia del peso espiritual que llevábamos. Naturalmente, las papas
se iban pudriendo y olían muy mal. ¡Éste fue el exacto símbolo del
precio que pagamos por mantener nuestros rencores y resentimientos!
Con frecuencia pensamos que el perdón es un regalo hecho a otra
persona y, aunque eso es verdad, también es el mejor obsequio y
satisfacción que podemos darnos a nosotros mismos.


Vivir la caridad cristiana no es fácil. En verdad está por encima de
nuestra capacidad humana. Por eso es indispensable suplicar con
humildad y constancia al Señor el don de la fraternidad para poder
elevarnos sobre nuestros egoísmos, retraimientos, susceptibilidades…
Pero cuando el amor de Dios nos invade podemos “perdonar, soportar y
esperar sin límites”. P. Natalio.

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