miércoles, 6 de junio de 2012


El asno engreído



Buenos días, amigo/a

Todos corremos el peligro de obrar para recibir la aprobación de los
demás. Es como decirse a  sí mismo: “Verán lo que yo soy capaz de
hacer”. Jesús nos precave de toda ostentación. Al referirse a la
limosna, dijo: “Cuando des limosna, que tu mano izquierda ignore lo
que hace la derecha, así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre,
que ve en lo secreto, te recompensará”.

Una vez le tocó a un asno cargar la imagen de un dios por las calles
de una ciudad para ser llevada a su templo. Y por donde él pasaba, la
multitud se postraba ante la imagen. El asno, pensando que se
postraban por respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose
aires y negándose a dar un paso más. El conductor, viendo su decidida
parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo: —¡Oh, cabeza
hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los
asnos! (Esopo).


La humildad consiste en el reconocimiento de que Dios es el autor de
todo bien. De él proviene todo cuanto tenemos y somos. Y también
cuanto tiene y es nuestro prójimo. Por eso no cabe el sentido
competitivo de la vida, que está en el fondo de la actitud soberbia y
envidiosa. Que intentes vivir en lo concreto de cada día esta sólida
verdad. P. Natalio.

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