viernes, 16 de diciembre de 2011


¿Y mi regalo?


Buenos días, amigo/a.

Existe una inmensa alegría en poder alegrar a otros a pesar de nuestra
propia situación. La aflicción compartida disminuye la tristeza, pero
cuando la alegría es compartida, se duplica. Si deseas sentirte feliz
y realizado, basta compartir tus bendiciones, esas que no se pueden
comprar con dinero.

Rebeca le dice a su marido: —Oye, Isaac, llevamos treinta años de
casados y nunca me compraste nada. —Es cierto, –contesta Isaac– pero,
no me diste oportunidad. Dime, ¿acaso tú pusiste un negocio de algo?

San Pablo aconseja ser ricos en buenas obras, dar con generosidad y
saber compartir los bienes. “Así —dice— adquirirán para el futuro un
tesoro que les permitirá alcanzar la verdadera Vida”, (1Tm 6, 17-19).
Encerrarte en ti mismo te dejará atrofiado y no te realizarás jamás.
Una señal de madurez es entregarte más a los demás que a ti mismo. P.
Natalio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario