viernes, 9 de diciembre de 2011

La cruz de cada día


Buenos días, amigo/a.

Si de buenas ganas llevas la cruz, ella te llevará a ti y te guiará al
puerto deseado donde será el fin de todo padecimiento que aquí nunca
termina. Si la llevas contra tu voluntad, te echas encima una nueva
carga, la haces más pesada y de todos modos, tendrás que cargar con
ella. Al rechazar una cruz sin duda encontrarás otra y, tal vez, más
pesada, (Kempis).

No es posible prescindir de la cruz en la vida; pero, no nos engañemos
en imaginar cruces raras. La cruz toma la forma de las circunstancias
diarias de nuestra vida. El cumplimiento de nuestros múltiples deberes
suele ser cruz que gravita sobre nuestros hombros: la fiel ejecución
de nuestras obligaciones; la práctica sincera del amor a todos, aun a
los que no nos resultan simpáticos; la puesta al servicio de los
demás, aun a costa de nuestra propia incomodidad. Feliz aquel que
sufre y sabe para qué sufre. La verdadera cruz cristiana tiene como
trazo vertical la tensión hacia el cielo y como trazo horizontal el
esfuerzo continuo por mejorar la tierra.

La escuela del dolor ayuda a ejercitarse en virtudes heroicas. Las
pruebas que cayeron sobre Job, lo hicieron perfecto; la ceguera formó
y santificó a Tobías; la calumnia inmortalizó a José; la persecución
purificó a David; los leones dieron a conocer la virtud de Daniel.
“Tus dolores son como astillas de la cruz de Cristo; no está bien que
adorando esa cruz, maldigas sus astillas”. P. Natalio.

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