Tomados de la mano
Buenos días, amigo/a.
¿Quién duda que todos necesitamos de los bienes económicos? Pero de la
necesidad, a veces se pasa a la ambición y de esta a la avaricia y la
codicia. El que entra en la carrera del “tener” y “acumular” ¿se pone
un límite? ¿Tiene sentido tener más y más, acumular bienes como sea:
con el sudor de la frente o con el sudor del de “enfrente?”.
Caminaba una señora por el centro comercial de una pequeña ciudad,
cuando se cruzó con una pareja ya entrada en años, que paseaban
felices tomados de la mano. Les expresó su satisfacción de verlos tan
contentos, manifestando su cariño con ese sencillo gesto de amor.
—Hace treinta y cinco años que tomo la mano de mi esposa al salir de
paseo –contestó el señor, pero añadió enseguida bajando la voz–. Debo
hacerlo siempre, porque si me olvido, se me va de compras…
Necesitamos que nuestro corazón alcance la sabiduría: convencernos
que es sabio trabajar para vivir, pero es insensato vivir prisionero
de la avaricia y la codicia. La desenfrenada preocupación por
amontonar no permite disfrutar de la vida (Prov 13, 12) y mucho menos
compartir con quienes lo necesitan (APC). P. Natalio
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