viernes, 24 de junio de 2011

La luciérnaga y las arañas


Buenos días, amigo/a.

No envidies a los poderosos, o a las estrellas o astros del cine, del
deporte, o de la vida social. La envidia es como un resentimiento
irracional causado por desear el bien ajeno, un disgusto oscuro que
provoca la elevada posición de una persona. Detrás de la envidia hay
una incapacidad de reconocer en paz los propios límites y carencias.

Una luciérnaga, entre los yuyos, brillaba, y esta luz ofuscaba a las
arañas escondidas en sus rincones obscuros. Tácitamente se coaligaron
las envidiosas para siquiera tapar, ya que no la podían apagar, esa
lámpara molesta. Sin ruido, la fueron envolviendo poco a poco con
tantas y tan espesas telas, que, aunque siguiese prendida, no podían
sus rayos traspasar el velo, y que para todos quedó como si no
existiera. El silencio suele ser a veces arma tan malévola como la
maledicencia. Daireaux.

El envidioso no percibe que su infelicidad no proviene de lo que no
tiene, sino de la falta de aprecio por lo que sí posee. Hay además una
falta de compromiso y responsabilidad con la propia vida, porque el
celoso, pendiente de la vida de otros, no asume la propia con sus
fortalezas y posibilidades reales. El Señor te libre de la dañosa
envidia. P. Natalio.

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