domingo, 1 de mayo de 2011

Pocas palabras, pero de corazón


Buenos días, amigo/a.

La oración es la llave que abre los tesoros del cielo. Es el puente
siempre accesible por el que llegamos a Dios. El arte de orar es el
arte de amar al Señor. Pero orar bien es un regalo de Dios. Como los
apóstoles implorémoslo con frecuencia. Pidamos al Padre, por Jesús,
que derrame sobre nosotros un Espíritu de oración y de alabanza, (Zac.
12, 10).

Al leer el Evangelio, aprendemos que no hacen falta muchas palabras
para orar, sino que bastan pocas, pero que salgan del corazón. El
leproso dijo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”, (Lucas 5, 12). El
ciego de Jericó dijo: “Señor, haz que pueda ver”, (Lucas 18, 41). Los
apóstoles a punto de zozobrar gritaron: “Sálvanos, Señor, que
perecemos”, (Mateo 8, 25). El publicano en el templó oraba: “Ten
piedad de mí, Señor, que soy un pecador”, (Lucas 18, 13). Pedro dijo a
Jesús: “Señor, tú lo sabes todo, tu sabes que te amo”, (Juan 21, 17).
La samaritana pidió a Jesús: “Señor, dame de esa agua, para que no
tenga más sed”, (Juan 4, 15). Haz esto y vivirás…

Para robustecer tu fe en el Señor que te ama y te acompaña, nada mejor
que leer con atención la Biblia. Al inicio del capítulo 43 de Isaías
encontramos esta perla deslumbrante: “Tú eres de gran precio ante mis
ojos, porque eres valioso, y yo te amo. No temas, porque yo estoy
siempre contigo”. Agradece al Padre que siente inmensa ternura por ti.
P. Natalio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario