domingo, 22 de mayo de 2011

Paz en la familia

Buenos días, amigo/a.

Hoy te cuento una anécdota de santa Mónica, cuyo hijo Agustín fue un
adolescente terrible, y cuyo esposo era muy irascible. Esta buena mamá
irradiaba paz y dulzura. Había comprendido que la paz es un don de
Dios tan valioso, que vale la pena hacer cualquier sacrificio para no
perderla por ningún motivo. El precio era una imperturbable paciencia.

En aquella región del norte de África, donde las gentes eran sumamente
agresivas, las amas de casa le preguntaban a Mónica por qué su
esposo, que era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, no
la maltrataba nunca a ella, y, en cambio, los esposos de ellas las
golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: —Es muy sencillo,
cuando mi esposo está de malhumor, yo me esfuerzo por estar serena y
tranquila. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se
necesitan dos, y yo no acepto la pelea, pues…no nos peleamos.

La paciencia es una madurez. Presupone virtudes tan sólidas como la
humildad y la fe en Dios. Conseguirás la paciencia meditando en Jesús
bondadoso, sufrido, servicial, y suplicándole vuelva tu corazón a
semejanza del suyo, manso y humilde. Que el Señor te ayude a dar pasos
para crecer en esta virtud tan necesaria. P. Natalio.

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