Hazlo en secreto
Buenos días, amigo/a.
Todos corremos el peligro de obrar para recibir la aprobación de los
demás. Es como decirse a sí mismo: “Verán lo que yo soy capaz de
hacer”. Jesús nos precave de toda ostentación y vanidad: “Cuando des
limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, así tu
limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”.
Contaban de alguien del pueblo que ayunaba muchísimo, tanto, que le
llamaban "el ayunador". El abad Zenón oyó hablar de él y lo mandó
llamar. Acudió con alegría, rezaron juntos y se sentaron. El anciano
se puso a trabajar en silencio. Como no podía hablar con él, el
ayunador empezó a sentirse oprimido y le entró pereza. Dijo al
anciano: "Ora por mí, padre, quiero marcharme". Y el anciano le dijo:
"¿Por qué?". Respondió: "Porque mi corazón está como ardiendo y no sé
qué tiene. Cuando estaba en el pueblo, ayunaba hasta la noche y nunca
me había pasado esto". Le dijo el anciano: "En el pueblo te
alimentabas por las orejas. Vete, y de ahora en adelante come al
mediodía, y lo que hagas, hazlo en secreto".
Toda esta figuración y ostentación desvirtúa la obra que se está
haciendo. Jesús pone al Padre como fundamento de esta nueva actitud:
el Padre es el que nos ve, en lo secreto, y él es el que nos
recompensa con su amor cuando nosotros no vemos ni la recompensa ni el
aplauso humano. Jesús nos invita a vivir ante la mirada de Dios que
sondea el corazón. P. Natalio.
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