miércoles, 8 de septiembre de 2010


Invocar al Señor

Buenos días, amigo/a.

Con frecuencia en los salmos encontramos esta invocación: “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme”. Es un llamado al poder y a la misericordia del Señor para que nos saque de un peligro sea material o espiritual. A los peligros espirituales los llamamos “tentaciones”, a saber, incitaciones externas o internas al pecado. Lee esta anécdota.

Contó el abad Elías que un anciano vivía en un templo abandonado. Vinieron entonces a verlo los demonios, y le decían: "Vete de nuestra casa". Dijo el anciano: "Vosotros no tenéis casa". Entonces los demonios empezaron a dispersarle todas las ramas de palma. El anciano las recogió pacientemente. Al final, tomándole la mano, un demonio lo arrastraba fuera del templo. El anciano, llegado a la puerta, se agarró a ella con la otra mano y gritó: "¡Jesús, ayúdame!". Y el demonio huyó al instante. El viejo se puso a llorar. Pero el Señor le dijo: "¿Por qué lloras?". Contestó el anciano: "Porque se atreven a apoderarse de un hombre y hacer tales cosas". Dijo el Señor: "Te has mostrado negligente, fíjate que me he dejado encontrar apenas me has buscado”.

Jesús está siempre listo. Es Dios y por lo tanto su poder y compasión son ilimitados. Los peligros y tentaciones te ofrecen la ocasión para vivir la fe en el Señor, acrecentar la humildad y expresarle tu gratitud. Son oportunidad de crecimiento. Aprovéchalos, pero no los busques. “El que busca el peligro, en él perecerá”. Sé valiente, ten ánimo; espera en el Señor. P. Natalio.

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