sábado, 14 de agosto de 2010


La precipitación


Buenos días, amigo/a.

El mundo en que vives no te favorece para que cultives una actitud de sosiego y serenidad. Corres el riesgo de ser una persona llena de estrés y nerviosa, incapaz de concentración, evadida de si mismo, dispersa. No es fácil, pero es posible hacer un camino de progresiva serenidad y pacificación. Comienza por moderar el ritmo alocado que pretende envolvernos.

Un explorador blanco, ansioso por llegar cuanto antes a su destino, en el corazón de África, ofreció una paga extra a sus porteadores para que anduviesen más de prisa. Durante varios días, los porteadores apuraron el paso. Una tarde, sin embargo, se sentaron todos en el suelo y posaron la carga, negándose a continuar. Por más dinero que les ofreciese, los indígenas no se movían. Finalmente, cuando el explorador pidió una explicación por aquel comportamiento, obtuvo la siguiente respuesta: —Hemos andado demasiado de prisa, y ya no sabemos ni lo que estamos haciendo. Tenemos qué esperar a que nuestras almas nos alcancen.

Esa gente primitiva se había sentido disociada interiormente, vacía, como si el alma, —su yo interior profundo— los hubiera abandonado en su impaciente y aturdida carrera. Contrólate, y cuando adviertas que ya ni sabes lo que estás haciendo, busca tiempo para apaciguarte y reencontrar el equilibrio y armonía interior. Te deseo un día de mucha paz. P. Natalio.

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