Pensar en los demás
Buenos días, amigo/a
Existe una inmensa alegría en poder alegrar a otros a pesar de nuestra propia situación. La aflicción compartida disminuye la tristeza, pero cuando la alegría es compartida, se duplica. Si deseas sentirte feliz y realizado, basta compartir tus bendiciones, especialmente ésas que no se pueden comprar con dinero.
Un niño, tiritando de frío y con carita de hambre, vino a recoger un pullóver que le ofrecí cuando lo encontré en la calle. Quedaba algo de comida del almuerzo, y le pregunté: —¿Quieres almorzar? Él respondió: —Sí, quiero, señora. Y comió de prisa, con muchas ganas. En la mitad del plato, de repente, se detuvo y dijo: —Señora, ¿me regala un pedazo de papel? Al traerle el papel, envolvió con cuidado el resto de su comida, y explicó: —Es para mi amigo. Hoy a esta hora, él no ha comido nada todavía. Quedé asombrada. ¡Y yo pensaba que estaba siendo caritativa porque le di un suéter viejo y un poco de comida que sobró!
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